sábado, 24 de julio de 2010

Oferta: Lobotomizador.



Lobotomía: es la ablación total o parcial de los lóbulos frontales del cerebro.
Este procedimiento se refiere comúnmente a
toda clase de cirugías en los lóbulos frontales del cerebro;
sin embargo, debe llamarse propiamente lobotomía
a la destrucción de las vías nerviosas
sin extirpación y lobectomia cuando sí haya extirpación.



Parte I


Ni Gingsberg, ni Kerouac, ni Burroughs. Mucho menos Bukowsky. Ninguno. Tomo la lupa de veinte para transformarla en hielo negro, lúgubre. Beatnik posmoderno. Beatnik con celular, con monitor y con una Nikon D40. Sin jeringas, sin cadillac, sin LSD24, sin cocaína, sin eucodal, ni cucharas quemadas, ni yage. Mi ayahuasca se respira en la vereda, en la cocina, en el patio y por sobre todo, frente a veintiún pulgadas de imágenes. No importa la cantidad de pulgadas, el resultado es el mismo. Me detengo con mi lupa helada y ennegrecida frente a un plato de vegetales frescos. El resultado es el mismo. Aunque mi lupa, en pleno uso de su función, me comunica lo contrario. Una felicidad pequeña, un monto de afecto mínimo, depende necesariamente de catorce pulgadas. Interpreto ironía y esbozo una sonrisa soberbia, hastiada. Catorce, el número de la infinidad. Catorce, el mínimo para observar felicidad... infinita. El resultado es el mismo, aunque se discrimine el tamaño. Aunque un sujeto, o dos, o cinco, diez, catorce, no lo discriminen. Por algún motivo, el cocainómano depende de las dosis constantes para la sensación de placer constante. Sin cuestionar el motivo, se dirige cómo puede allí donde ve dinero y luego allí donde ve cocaína. Quizás en un inicio le basta una dosis rápida, breve. Una línea, un pase, un firulazo. Y así, cada gránulo de harina aspirado se arroja a unos alveolos hechizados que, por cada respirar, solicitan con gemidos una nueva dosis. Por cada latido de corazón, una voz susurra "dosis" muy cerca del encéfalo. Un pase. Algo mínimo. Catorce pulgadas. El resultado es el mismo.
Con un tenedor de acero brasilero intento coger un poco de los vegetales. Lento lo acerco al plato, lento se transforma en un tenedor de cristal, gélido y negro. Recojo sin sobresalto un poco de lechuga, un poco de tomate y lo llevo a mi boca, masco y trago. Tomo la lupa fría una vez más y me comunica risas, dentro y fuera del lobotomizador. Como los junkies, si aumenta la dosis, aumenta el placer, aunque el resultado sea exactamente el mismo. Si aumenta la dimensión diagonal, mayor la felicidad.

Parte II

Soy testigo de la diversidad de tamaños que se depositan en salas de estar. A su vez, reflejan status y me tomo la libertad de creer que la felicidad copula impunemente con la economía. La lobotomía nunca ha sido tan voluntaria. Dichoso Bradbury, quien me obsequió en última instancia la lupa que estropeé o pulí, como quiera tomarse. No hace falta la lupa para entender que quién tenga un lobotomizador de catorce pulgadas, aspira a poseer uno de, por lo menos, veinte pulgadas. Así, quien posea uno de veinte, aspira a un incremento de, por lo menos, veintiún pulgadas. Mayor tamaño, mayor imagen, mayor felicidad, mejor la dosis. El adicto depende de pocas facultades mentales para satisfacer su necesidad de droga lobotomizadora. El adicto, necesariamente, prioriza el placer mental y por esto, se impone deudas por sus dósis. La lobotomía nunca se ha pagado en cuotas eternas. Tomo una jarra con agua, la botella ennegrece y se congela. Tomo un vaso para servir el agua y sufre el mismo destino. Discrimino las mutaciones para hidratarme con tranquilidad. Marcho con el vaso oscuro y mi lupa hacia otra habitación.


Parte III

Una imagen nítida en definición es vomitada en cuarenta y dos pulgadas diagonales. Una imagen tridimensional y casi palpable. Una imagen inútil para pocos, referencial para algunos y llena de una felicidad indiscutible para muchos. Observo con la lupa y cada pixel colorido se asemeja a los colores alucinógenos del ácido lisérgico. La mirada de los adictos destellan en pupilas dilatadas. Sonríen estupefactos sin una lupa, con el nervio óptico sobreestasiado. Intento persuadir a uno de los junkies posmodernos, me acerco tranquilo, sin preocupación a la vista.
-¿No te apetece observar con mi lupa? -con una sonrisa entre mis mejillas, supongo que la idea será aceptada, pero el adicto ni siquiera puede contestar. La adicción detiene la recepción de neurotransmisores, detiene la total ejecución de las facultades mentales, detiene su cerebro tanto como su existencia. Al fin, atina a contestar un enfurecido "No molestes. No quiero terminar de ese color", para luego expulsar una carcajada sin motivo. Al menos yo, no encuentro motivo.


Parte IV

Me retiro al baño y comienzo una reflexión que no vale siquiera el esfuerzo de escribir. Me detengo en el punto en que le atribuyo la culpa a mi lupa. Es poco agradable a la vista, es poco atractiva. Es negra, de hielo. Poco agradable al tacto. Puedo reconocerlo aún cuando mi encanto por ella es inigualable. Corro mi mirada hacia la lupa, la observo, sonrío y mis ojos deben brillar en este momento. Por algún motivo, mis ojos siguen el mango de la lupa y siguen hasta la mano con la que la sostengo. Me horrorizo. Mi mano: negra como el carbón. Raudo me acerco al espejo, mi piel, mis dientes, mis ojos, mi lengua, negras como el petróleo. Corro fuera del baño, una de las habitaciones, repleta de adictos con narices empolvadas que rien frente al lobotomizador gigante. Otro cuarto, pequeño y modesto, con dos ancianas en las mismas condiciones risueñas, pero con jeringas de heroína en las manos y en la mesa, frente al lobotomizador pequeño de catorce pulgadas. En una tercer habitación, un niño de cinco años aproximadamente, juega con un rompecabezas hecho de ácido lisérgico, con un lobotomizador que arroja sujetos disfrazados de dinosaurios. Lógicamente, rie a carcajadas y se lleva una pieza del rompecabezas a la boca. Mi pánico se incrementa. Corro hasta la calle y me calmo.

Parte V

Me siento en el cordón de la vereda y respiro con profundidad. La calle solitaria me observa, me contempla, me protege, me cobija. Suspiro. Prendo un cigarro y pienso inútilmente qué hacer. Pasan diez minutos, veinte minutos, media hora y en el hilar de pensamientos se entretejen risas que provienen del interior. Una dicotomía trivial me atormenta, arrojar la lupa y destruirla, o lidiar como se pueda con la lupa y confiar en su sabiduría. Opto por la primer opción, con dudas, pero el exilio me resulta despreciable. La tomo entre mis manos y la arrojo con la mayor de mis fuerzas hacia el suelo de marmol. Nada. Solo rebota. La piso, salto sobre ella. Nada. El resultado es el mismo. Miro el cielo y tomo con mis manos mi cabello, arrojo un suspiro al viento para que se confunda la ayahuasca dulce del aire con mi vapor húmedo. Cierro mis ojos, miro la lupa indestructible en el piso un momento y la recojo. La miro, aclaro la garganta, la guardo en el bolsillo de mi abrigo, tomo aire y vuelvo a entrar. Una vez más, el resultado es el mismo. Siempre el mismo. Sea dentro o fuera. Dentro o fuera, es inútil, en la feria de vanidades.


eze.

miércoles, 21 de julio de 2010

Abrazo invernal




Desorbitar las moléculas y desordenar el tiempo. Una súplica de estímulos adyacentes en gorgojos de niebla blanca. Incorporar al súbdito de castigos en armarios de seda. Lamentar cada suspiro de insomnio y escupirlo en extravagancia. Una bufanda y un chaleco. El invierno que llega en soplos de viento gélido desde el sur. Caminatas apresuradas con manos en los bolsillos de cada grueso abrigo. Gorros de lana, inundan las cabezas de cada existencia efímera y cobijan conciencias en discurrir. Por cada exhalar, asciende una nube húmeda. Tan húmeda como humana. Tan húmeda como los recuerdos. El cielo gris. Mil nubes abrazadas entre sí, o que abrazan el celeste detrás de ellas en un intento inútil. Abrazos de invierno. Tipicidad de estación. Leña, sofá y abrazo. Abrazar el hilo de los guantes, abrazar con los labios la temperatura del café, abrazar las piernas debajo de la frazada, abrazar tazas entre manos sedientas de calor humano, abrazar toallas, mantas y manteles, cucharas, caldos, calderas y caderas. Abrazar con el antebrazo, con el codo, con las rodillas, con el pubis, con la boca, con los oídos y con los ojos. Abrazar en el amanecer, abrazar en el mediodía, por la tarde, por la noche en una estación de trenes. Abrazar para contemplar la nieve, para acompañar el compás de cada copo, para copular. Abrazar... el frío.


foto: Romina Rocío Degasperi
modelo: eze.
texto: eze.

lunes, 19 de julio de 2010

Miedo (Carta desnuda en período de espera)




Con amor...


Miedo

(Del lat. metus).

1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.

~ cerval.

1. m. El grande o excesivo.


Real Academia Española


Muchacha ojos de papel,

¿adónde vas?

Quedate hasta el alba

Muchacha pequeños pies,

no corras más

Quedate hasta el alba


Sueña un sueño despacito entre mis manos

hasta que por la ventana suba el sol.


Muchacha piel de rayón,

no corras más,

tu tiempo es hoy...


Spinetta, Luis Alberto




Hoy no me queda otra manera de extrañarte que no sea en este acto impune de egolatría. Aun en la semejanza con una acción demostrativa, afectuosa y romántica. Acomodo mis piernas, parpadeo, suspiro y me intoxico con desamparo y error. Purgo malas pasiones en un inhalar eterno, fresco como pocos, fresco como la nieve. Luis gotea armonías que me arranca las mariposas de la piel, mientras exhalo sindromes perfumados con café y el tiritar de mis manos frías, se confunde con el sonido de cada tecla oscura que golpeo.


Tu corazón de tiza, de algodón, de azúcar, de lípidos, de alcohol, de hielo, de acero, de flores marchitas. Tu corazón acorazado, atrincherado, desesperado, agitado. Tu corazón, que me es ajeno por temor ajeno. Por incomprensión tal vez. Por desorden quizás. Por motivos que deben asemejarse al dolor pasado, a la incertidumbre del presente y a la impredictibilidad del futuro. Futuro cercano, futuro lejano ¿qué importa el plazo? ¿Qué importa el querer? Poco, nada, mucho, todo. Depende, imagino, de los impulsos a saciar o las reflexiones a expresar y verbalizar. Aunque sea, gestualizar. El detenimiento de aquello se recuesta sobre sábanas de una inseguridad palpable como madera de roble. Entre tanto, me toca pensar en ella, luego en mí. Entre tanto, le toca pensar en él, luego en ella. Círculos abstractos y vitales que conforman el juego lúdico de amar. Constantes e imprecisos e impredecibles e incongruentes. Inmersos en un lago pacífico y azul. En el centro de un valle otoñal.

Se me ocurre parir palabras capaces de atravesar ondas cerebrales. Sin intención de convencimiento abrupto. De algún modo, es solo una solicitud más ante columnas de cristal que nos separa. Un arrepentimiento movido por desencanto de formularios. El olvido es parte de los recuerdos ásperos. Conectemos los abrazos, enlacemos nuestras atenciones y nuestras intenciones. Fragüemos recuerdos futuros, escribamos cada tropiezo con tinta y papel. Y que las teclas lamenten su inutilidad entre escombros de fotografías. Encontremos nuestros latidos simultaneos como relojes a destiempo. No seamos diacrónicos, seamos complementarios. Te propongo coleccionarnos. Te propongo consuelo entre lágrimas sincronizadas. Te propongo destituir reyes y reinas hasta despedazarnos y así, volver a coleccionarnos. Te propongo sinceridad y no indiferencia. Te propongo pasión. Te sugiero que me tomes, que me bebas. Te sugiero mis labios, mis brazos, mis ojos. Te propongo. Me sugiero.

El témpano de derrite en metros cúbicos. Una taza de café y las vicisitudes de cada nube que se choca en un cielo tenebroso. Diluvio de verano. Intermitente, como nuestro pasar o nuestro pesar. Peces y dientes. Semillas y narices. Perfume de cuerpos tostados por un fuego incontrolable. Tus deseos, mis deseos. Empatía nítida entre relámpagos nocturnos de incandecente insomnio. Voces al teléfono que se entrelazan en un diálogo que por momentos es susurro. Un susurro suave como frazadas llenas de anatomía. Un susurro que reclama y que dispara balas de aluminio prensadas en desnudez emocional. Un susurro incomprensible en el contenido de la oratoria. Un susurro que roza la contradicción, pero es un susurro que completa cambios y efectúa premisas coloridas, pintorescas. Un susurro imperioso. Un... te quiero.



Y esperó que dispare todas sus balas de negación por última vez. Que lo acribillara en una pared pintada de blanco soledad, para no poder ver su sentir de impotencia y su expresar de indiferencia con una mirada letal y avasallante.


...a L.C.L.



martes, 13 de julio de 2010

Abulia.





Nada de sentires bucólicos que atormentan desamparos. La sangre corroe cada cañería para salir en torrentes rojizos sobre el asfalto. Las plantas se arrancan como camisas desgarradas en una noche de desenfreno. Todo converge en el crimen perfecto del pensamiento, las acciones se limitan al pensamiento. La abulia desencadenada por falos de nicotina, whisky y pastillas que recorren un cerebro destrozado, fragmentado. La incidencia del homicidio mental sobrepasa la ilogicidad cotidiana de seres trivializados que, lejos del intento por llegar a concebir la posibilidad de algo semejante, destituyen la situación de sacrificar todo recuerdo. Los ayeres se encuentran en un nido de ratas para ser carcomidos por la voracidad infectada de peste. La memoria subyace en el exilio completo que por propia voluntad logra ejecutar el olvido. Los sabores mentolados, la nicotina, el chocolate y su antidepresivo, componentes lineales de autodestrucción cognitiva. Una destrucción excitante por cada paso para atravesar el frío, por cada inhalar humeante, por cada exhalar de alivio, como si se tratase de exhalar la memoria. Suspiros voluntarios y repletos de recuerdos atrofiados que son expulsados con los dientes apretados. Los labios simulan los barrotes de la jaula y los recuerdos representan a los prisioneros hastiados que se incineran en una hoguera medieval, con toda su culpabilidad real o deseada.

La inquisición del cementerio milita detrás de sonrisas inútiles. Agilulfo toma su espada y atraviesa su armadura sin derramar líquido vital. Hazaña inalcanzable, hazaña perfecta, circular, invisible, inexistente. Así irrumpe en realidades colectivas para decidir destinos efímeros. Contempla las aves, las ardillas, las mujeres, los caballeros, los yelmos brillantes y cada elemento cobra necesariamente su color visual.

La herejía de pensamientos suicidas y el goce particular de la soledad se niegan y se confirman circunstancialmente en el vello púbico, en erecciones latentes, en orgías simultáneas de magnitudes incalculables, en lo plebeyo, en lo cortés. Eyacular vestigios poco nítidos de aquello inusual e inútil es la misión de los campeones, su desayuno y su cena vomitiva, hedionda de menstruación. Lascivia indecente contemporanea, extensión de conciencia y aromas dulces. Alucinógenos para avasallar al planeta y comprender, construir y recordar praderas de lavanda, racimos de uva y castillos renacentistas. Melomanía colmada de sexo imprudente por su negociación salival, por su tacto de gemidos ficticios en una noche de invierno. Vestiduras derramadas en un suelo oscuro y el calor de los cuerpos que acondiciona el clima árido y nival en temperaturas tropicales. Sexo fugaz, sexo indiscriminado, sexo compulsivo, sexo patológico, sexo azul, sexo barnizado, sexo en pocas palabras. Sexo. Imitación de la adicción. Penetración y gritos de placer entre sábanas húmedas de sudor, entre latex y cuero, entre violencia y ceguera. Gemidos musicales hipnóticos e inconscientes que se atan y desatan por la voluntad del clero, de la burguesía, de los campesinos y de las brujas. Que se pegan y despegan entre flujos sin amor, únicamente por experimentación. Lascivia, inquisición, destrucción y ceguera, solo eso, solo eso. Solo eso y unos ojos cerrados que acompañan una sonrisa ornamental de la abulia para finalizar el clímax.

Relatos con pan - eze.

domingo, 11 de julio de 2010

Lagrimal.

Si lloro... es porque imperativamente me lo dicto. Porque la constante vital me sonríe y me abraza. Nada la detiene, nada obstruye el camino al cadalzo tortuoso de mi soledad. Sangro lágrimas por necesidad de dolor, muerdo muebles para refugiar la expresividad del sollozo, apago sensaciones y me retuerzo en un rincón para no ser visto, ni oído.

Nada la detiene, ni amistades quirúrgicas, ni relaciones estrechas con ánimos de longevidad, ni labores, ni esfuerzos, ni sonrisas, ni humos. Soledad: sensación inigualable y no desagradable. Sensación análoga a los sentires de Sísifo. Un ciclo inalterable en el que todo ahínco se reduce a la precipitación, al derrumbe, a la insatisfacción. Puesto que mi reflejo es inutilidad, puesto que la autosuficiencia no es suficiente. Tranquilo, tranquilo. Tranquilo. Destrezas del alma que, derruida por cuervos, observa de reojo. Del llanto no quedan más que unos cuántos vasos inflamados al rojo vivo y unos párpados redondos y tiesos. Tranquilo. Respiración normalizada, pulso cardíaco estable. Tranquilo. Una sirena de fondo y voces asustadas y voces de susurro y voces asustadas. El desconsuelo, el desatino, el desnudar, el desapego... la soledad. El despegue final de la abulia, el desahogo bucólico. Los romances. Configuración programada, toxicidad depurada, luces apagadas, ojos apagados, sangre apagada. Desconexión, observar el techo en estado catatónico y sonreir al infierno con gemidos de locura. El despegue final de la abulia. El despegue final al coexistir.

vicisitudes - eze.

miércoles, 7 de julio de 2010

Poesía inequívoca y otros (fragmento - 2006)

Introducción


Es sumamente necesario precisar que lo publicado en esta entrada, es una porción de mis primeras expresiones lingüísticas. En el momento de escribir esto que hoy presento, contaba con la edad de dieciocho años. Terminaba la escuela secundaria con un nuevo camino literario recién comenzado, la revolución hormonal y los autores que pude leer en aquel entonces, actuaron eficazmente para la producción de estas palabras. Hoy en día, con algunos lamentos, tal vez. O quizás con poco orgullo y más vergüenza, decido desempolvar el cronotopo bajtiniano expresado en palabras.


Ezequiel. T.



Poesía inequívoca



¡Oh! musa del canto abrupto,

que amenazas, que tientas,

¿dónde te hallas esta noche?

Mis sentimientos subestimas


5

La superstición del "no tiempo",

a tu lado cobra vida,

desfigurando a la parca

del martirio insoslayable


Absorto en tu inocencia,

contemplo mil mareas y

su anaranjado tornasol

de noble y dulce ausencia


Te amo y solo eso me basta.

Espera inmaculada al alba

párpados cerrados, respiro,

enamorado en eterno suspiro.



6


¿Y que tal si vuelvo hoy y no mañana?

El sopor del anochecer es, más que mi elección, mi forma de ver las cosas, la contradicción incoherente, una vez mas, dos, tres, ¿cuántas van? no importa ya, el cinismo me aprieta en lamentos.


7


14 veces me llamaste... y yo no hice más que desatenderte,

mover siquiera un dedo provocaría mi ruptura en un sollozo tenue

invoco nervios, y apago luces, me inquieto ante la niebla.

Así, palpando el recuerdo de un ser olvidado, memorizo tus facciones.

No puedo más que confiar en aquella tarde, en el lugar en que permanecerá,

intacta, inamovible, inalterable, en mi memoria.


8


Inesperado bajar... solo desciendo las escaleras al asfalto,

no patino, me siento seguro en cada paso,

la melomanía cumpliendo el rol anfetamínico,

su rol predilecto contra toda apatía, todo mal pasar



III

Insípido es degustar las mañanas...

el sopor de trasnoche inunda el vértigo,

la sombra de un pasado en querellas,

el impaciente vigor traducido en nada.

Melodías y solo eso, un querer, un cumplir, un decir...

la cotidianidad transformada en un simple deseo de alegría,

el querer derribar los muros que agobian, el querer soñar,

el querer... el anhelar, el sufrir, el sentir, el amar... "


IV


Pensando con desgano en un futuro que me acaricia,

me toca, me amenaza, me golpea, me hace daño,

me hace daño... el tiempo... será un día, tres, cinco...

¿Qué importa? ¿Importa?

No mucho.

¿Molesta? ¿Lastima? ¿Duele? ¿Importa esto?

Abruptamente si, no verte, no abrazarte es,

una bocanada de frío y áspero aire


V


Amanecer silvestre... oyendo la brisa arañar mi piel,

soledad y vacío completos de ansiedad,

reconocer el vértigo monótono refleja quietud.

Puedo formular conjeturas sin juicios externos...

el vuelo indómito del alma



Selección - ezequiel (2006)

martes, 6 de julio de 2010

Expropiación




Bienaventurados los olvidadizos, le ganan la batalla hasta a sus errores.

Friedrich Nietzsche


Con cenizas...

Podría con tus fotos hacer cien cosas previas a escribir, pero descalifico cada una de ellas por su finalidad innecesaria. El descaro de degollar impulsos en el sometimiento lascivo del deseo. Y con esto no me declaro culpable de la imposibilidad de tenerte, ni me declaro descalificado a la tentativa de declararte afín. No me sobrepasa el exilio del desdén; sin embargo corrijo las pautas anteriores para un tropiezo especulado.



En la tibieza de una almohada, en un cálido humo y en la gélida bebida, encuentro el pulso de las teclas que avanzan sin cálculos para depositar el elogio. La batalla del desamor. Nadie negaría la perversión de prevalecer invicto ante los continuos atentados. Ser sobreviviente de su caricia. Sobrevivirla. Sortear el obstáculo de su abrazo por el módico precio de un silbido agudo y letal. El nácar de las agujas que apuñalan y coaccionan la yugular. Por cada pensamiento, la transmisión se asemeja a un peregrinar eléctrico que sucumbe en el encéfalo y me permite apreciarte. De manera figuarada, no me hace falta su presencia real y exótica para mirarte. Entiendo a la perfección cada gesto y su falsificación en la fantasía me resulta atractiva y particularmente sensual. Por cada peregrinar, el estado catatónico se convierte en un estado de hipnosis voluntaria. Entenderá, pues, es preferible una inanición programada a una idiotez inexplicable, abrumadora e incontrolable. Todo se resuelve con el fin de la explicación total y la negación de casualidad. ¿Quién podría continuar sin el entrecejo fruncido? Puesto que desconfío del testimonio fantasmal de seres irreales, comprendo lo irascible como una fachada del impulso ininteligible y atroz. ¿Quién podría continuar con los brazos esposados? Puesto que las fragancias de la lluvia se cuelan entre las cadenas, una sonrisa impide el desarraigo y la completa inexistencia. Por cierto, la existencia se condensa en su iris castaño, en su iris perfecto, nítido, nacarado. En el cristal de sus ojos, de su boca y de su espíritu. Su corazón de cascabel tañe por cada paso el tacto de mis dedos. Y es tan hermosa situación... y es tan hermosa su caricia, y es tan hermosa...

-Por momentos le acestaría un golpe magnífico entre los ojos para acallar su emocion inquieta. Intente mantener la postura, la expresividad de acero y por sobre todo, las palabras justas sin acudir al simbolismo. Caso contrario... tomaré mi abrigo y me marcharé. Prosiga.-le dijo sin titubear, con más remordimiento que seriedad profesional.


-Lo siento. Lo sentimos, mis ánimos, mi psique, mi cordura, mi lengua y yo. Me resulta menester propagar su existencia de la manera más increíble. Me resulta menester apaciguar la impaciencia del logro en la fantasía anacrónica y atemporal. Contemplo cada una de mis descripciones como poéticas y desfiguradas de realidad, con la finalidad de desviar la rutina a colores y estados inciertos. Con la meta inusual de incinerar vestigios de objetividad cotidiana. Sí, yo, el mismo que pretende racionalizar lo visceral con cuentagotas y nicotina. Sí, el mismo que lleva el estandarte de la negación con orgullo, sobre el hombro y con soberbia. Precisa y exactamente el mismo que colabora en el escepticismo frente epifanías. Pretendo que, así sea por ósmosis, lleguen a su sien mis susurros. Sí, hoy creo en la telepatía. ¿Y cómo no creerlo hoy? Cuando concluyo que su aparición es una epifanía sensorial. ¿Y cómo no derruir la aflicción de un ayer? Cuando su voz me produce pérdida de memoria y otros síntomas involuntarios. Mi voluntad, su voluntad: distintos puntos de fuga para un mismo encuadre. Su mirar, mi mirar: diferentes matices para una misma composición. Su engaño, mi duda: una realidad mitigada por un fantasear complejo, desprolijo, adhesivo, incongruente, desalineado, eterno, temporal y poligonal. ¿Comprende?


-Comprendo, comprendo -ordenó sus anotaciones y las colocó dentro de su maleta. Se puso de pié y estrechó su mano- Espero sepa comprender la toma de decisión. Sabe usted que mi tiempo, aun siendo eterno, es valioso y codiciado. Dichoso usted que, por azar o por descuido de mis súbditos, logra conseguir mi escucha exclusiva. Por esto es que resuelvo, en mi condición de omnisciencia, con mi poder tanto sobre el todo como sobre la nada y con mi título de Dios, la expropiación de su alma. Disculpe usted.


...a L.C.L

Relatos ermitaños de pan
- eze.

lunes, 5 de julio de 2010

Transducción de un "todo".


"Oh! Somos muy pobres.
¿Y qué más? Vivimos muy estrechamente.
¿Y qué otra cosa? Tengo dolor de espalda y pies.
Camino por las cortadas, ajá, caminamos: almas, solitarias y vulgares.
Buscando bares. El día pasó y nada nuevo me ocurrió.
¿Qué te preocupa? Las nubes, allá, en lo alto.
Lejos, tan solitarias.
Tengo una cita con el destino..."

Event time - Claudio Narea



A decir verdad, la magnificencia de escrúpulos no me agobia, ni me entristece, ni me reconoce. No me es relevante para la toma de decisiones formales ante la duda. No me apetece la discreción momentanea de la elocuencia voraz. Ni cada salvedad dicotómica militante de desencuentros mentales. De nada me sirve la cosecha de la insatisfacción ante la renuncia de aquello. De nada me sirve.


Luego del contrabando melancólico urbano, solo queda el intrínseco bienestar. La no-ciudad y su no-venganza. La idolatría que subyace en aceras repletas del algo-nada. El susurro del pedestal repleto de golondrinas marmoladas sin remordimientos ni rencores. Sin el tiritar de almas muertas en tres pases o tres pasos. El todo, en su sentido epistemológico, se encuentra agazapado detrás de paredes luminosas.

El "todo", se encuentra subsumido por espacios oscuros dentro de un "nada". El "todo" existe precisamente allí donde se percibe, se inspira, se huele, se exhala y se inyecta la "nada". Quizás por el mismo dualismo cartesiano de un existir no-sano y no de un estar insano. Por contraposición recorro el simbolismo de las calles y su ortodoxia inamovible. Por desazón contemplo un asiento demolido ante un prototipo espectral. Por comprensión y amor al saber, manejo las formas con utensilios detallistas. Por el no-azar escribo y describo mi prosa refunfuñante frente al decoro innecesario del ser inexistente e inoperante. Sin tacto, sin sien, sin llanto, ni congoja, ni miseria, ni presagios, ni amalgama, ni hostilidad. Solo por goce. Ni siquiera por placer. Solo y exclusivamente, por goce.

Lo efímero se conduce por canales que desconozco y estalla en palmadas sobre una espalda sutilmente idiota. Ninguna cicatriz, solo palmadas de consuelo y entendimiento en el no-ser. En la trivialidad de lo invisible. En el sarcasmo de lo inaudito.

Lo mal impreso se desplaza sin distancia sobre el helecho involucionado que imita el pensar del no-ser. Allí permanece frágil e inalterable cada molécula de su aroma, para que quien se aventure a consumirlo, sufra de alguna jaqueca y no más que eso.

Lo motivacional, irrumpe la empatía, atraviesa el aire y, de algún modo que desconozco, atraviesa mi piel para corroer mi craneo y así concretar una cita con mis más viscerales observaciones pesimistas (hasta nihilistas) de la envoltura del todo. Un todo salvaje y una nada yerma que se complementan, se compenetran, se aman y se someten al estado
amae por un fin común: el silencio.


Reflexiones de sal gruesa - eze.

jueves, 1 de julio de 2010

Así


"Este mundo exclamará por siempre
la película que ví una vez
y este mundo te dirá por siempre
que es mejor mirar a la pared."

García Moreno, Carlos Alberto


"La noche es el momento perfecto,
tu voz al teléfono es el narcótico perfecto"
...


Con amor y respeto,*

Déjame caer, así, en una linea recta. Tan recta como irreversible, tan blanca y transparente como los hilos del titiritero. Sujétame, arrástrame, lánzame.

Caer así, vender cada molécula de mi cuerpo a tu precio, a tu aprecio. Desbarrancar sin dar conocimientos más que al alba. Esconder los subterfugios del desprecio y la soberbia en un rincón desconocido para enredarnos las pestañas sin prisa y sin ansias. Sin rimel, ni colores, ni rencores, ni recuerdos. Encargar al aire su labor de espía con su vigilia eterna. Encargar a los jazmines su fragancia, para ornamentar el encuentro perfecto. Establecer reglas inútiles y risueñas para las guirnaldas festivas de mis brazos. Destituir tu mirada imperiosa que doblega al noble, con el único fin de doblegar mi presencia. Así, tan tenue como sin precedentes. Tan suspicaz como paulatino. Tan tuyo como tan nuestro.

¿Y si caer tan rápido destruye el cuerpo y lo convierte en lágrimas? Entonces las lágrimas serían una laguna calma en donde se oya tu eco un tiempo algo prolongado, algo efímero. Serían las nubes de una tormenta, en su espacio y en su tiempo. Formarían un huracán preciso en su objetivo a demoler, irradiaría maleficios a los puntos cardinales para asegurar la victoria, desahogaría mil dulces penosos en forma de lluvia y dejaría un cielo azul, como el agua de la laguna.

Fumar tu cabello, el aroma de tu cabello. Recorrer cada gota del nectar de tus labios. Saciar los suplicios del alma en un terrón de azúcar y silenciar tu voz inquieta con palabras aliviadas de tiempo. Sin esquirlas, sin trampas, sin miedo ni algodón. Recuperar el encanto de la mañana en un café por la tarde, por la noche. Reconstruir los bocetos de un alud enmarañado de sentir para volver a caer, para volver a enredarse y para volver al cadalzo voluntariamente.

Así, tan así, demasiado así. La situación de la noche. La vicisitud de la noche y el zumbido etéreo que subyace a los sintagmas y sus formas. Así de volátil, así de plausible, así de palpable. Tan así te creo, tan así te imagino, tan así te siento... demasiado así, me atrevo a decir. Demasiado así, para caer al precipicio sin preocupación más que la locura; sin intermediarios y sin medios; con soltura y postura. Con la habilidad del decoro y del rodeo, sin atisbos ni signos; y con los ojos nacarados que guardo en centellas de mis pupilas sin culpa, sin manchas, sin sal.

*a L.C.L.

Así - eze.