sábado, 28 de agosto de 2010

Arquitecto de tu libido.


"Masturbarme en el contestador
esperar que termine tu voz,
es tan fácil tenerte, mi amor
pero es tarde, es muy tarde"

Chary


Si, reconozco mis malas corrientes airosas de orgullo y represalias. De mi depende toda la persuación. No desahogues tu tejido enmarañado de fracaso eterno. Impredecible. Sin mediar tapujos ni tabúes, ni contradicciones, cometí la hazaña. Derribé tu edificio para entender que los cimientos me pertenecen. Fui el arquitecto más osado en cuanto a las formas con que esculpí tu mármol. Pude tenerte, convertirte, esculpirte y escupirte. Te construí y te reformulé. Agregué y destituí preceptos y conceptos ligados a tu basura idílica. Una lata de aluminio golpeó tu mejilla izquierda y tu sorpresa atinó a estrangular mi cuello con un collar y a arrancar pedazos de mi piel con tus pocas uñas desteñidas. En el medio de una vereda nocturna, un patrullero se detuvo autoritario, arbitrario y sugerente. Vergüenza, angustia y asco visceral. El comienzo de un fin vomitivo y colmado de drama. Epicismo griego en la posmodernidad de Buenos Aires.


A pesar de ello, nutrí tu piel milimétrica con litros de semen y sudor. Me nutrí de tu amor para convertirlo en el mayor orgasmo de reproche. Las paredes de cada hotel miraron cada vestigio de candidez en su colisión. Clientela asidua de semanas irresponsables. Niños de telenovela. Jugué con tu cuerpo todo, aunque poco recuerde de aquello. Me disculparás, la memoria, el orgullo, la burla y el juego... son una orgía incompetente en una guerra de fronteras. Pero jugué, con tu cuerpo y con tus dudas. Con tu aparato psíquico, con el único fin de provocar el sollozo que pude ver con el humo de mi cigarrillo y dos metros de vía pública. Fui libre. Fraguaste la libertad que reclamaba en el preciso instante en que suplicabas el eterno retorno de lo igual. Intensificaste la libertad en cada intento por alcanzar mis labios y mi miembro viril en una plaza. Me liberaste en el instante aquel, en que te sometí en cuerpo y alma a la perversión sádica de látex, lencería y vouyerismo digital. Hoy, podría publicar cada actuación heroica y descomponer tu imagen a la peor de las miserias.


Fuiste mi puta. Y una muy buena. Y una muy mala. Y una muy burda. Fui tutor de tu experiencia multiorgásmica. Tardes negras y atemporales en una alcoba. Docente e instructor de tu punto "G" y de la mediocridad de tus manos para masturbarme. Corrector ilustre de tu estupidez en la utilización de tu boca y de tu lengua para el sexo oral. Conserje táctil de tu clítoris y tu vagina. Factor principal de la conversión de tu libido en un desquicio desenfrenado de copulación estratégica. Supe llevarte por el camino del placer inigualable con solo recorrer correctamente tu pecho y acercarme a tus pezones rosados y endurecidos por mi lengua. Clímax equitativo y sincrónico. Sentir el desfallecer en un unísono grito al acabar.


Me excitaba saber que te convertías en el animal libidinoso que hoy representás para muchos. Me excita saber que ellos disfrutan de mi construcción amueblada y confortable. Me sobrexcita dar por cierto que creés ser una femme fatale y que lo cierto se encuentre muy distante de ello. Me excita saber que no comprendas la quaestio por el único factor de estrechez mental. Me calienta en exceso saber que los planos, los cimientos y aún el edificio... me pertenece.

Ezequiel Terralba. - Para neuróticos y parafrénicos (Perversiones de cofradía)

miércoles, 4 de agosto de 2010

Melancolía Otoñal

Melancolía otoñal
(Carta melancólica en choque contra vicisitudes cotidianas)





A Iván, para uno de sus largometrajes (Las chicas que escribían a sus ex).

Creo en la nobleza de la cuestión. Aunque me pregunte sendas veces si es tan noble extrañarte. Puedo jugar algunos papeles que no me corresponden con más de una persona que no me corresponde, con el único fin de deducir una idea que no me conduce. Y es solo que no me conduce. Al menos si me condujera a un callejón sin salida… estaría feliz.

¿Sabés cuántos pensamientos inútiles y no tan vacíos llegan a mi entrecejo en una hora? Quizás te limites a reflexionar arduamente una milésima de segundo. Es precisamente esa fracción de tiempo la que ejecuta una guillotina que me condena a extrañarte.

Entiendo perfectamente cada excusa expuesta, cada reproche abofetado y cada desprecio engendrado, pero estos soplos de viento de nada me sirven en una tarde de otoño.

Entender no es lo que pretendo. Solo pretendo alcanzarte. ¿Y dónde estás? Lejos. ¿Por qué? Es la circularidad de la cuestión: siempre volver a los factores, a las ramas del árbol que entretejieron este final poco esperado. Al menos por mí.

No se si esperarte, no se si dejarte porque sí. La verdad es que el tiempo no me pesa y nada me cuesta acariciarte en un sueño, o mirar tus fotos, o buscarte entre la multitud de un tren. Nada me cuesta recordarte.


eze. - Cartas breves para largometrajes.