jueves, 25 de junio de 2009

Correspondencia




Corresponde escribir, corresponde. He aprendido a escribir, según lo devela mi notificación universitaria. Al menos di mi primer paso. Semiología, semeios... signos lingüísticos. Corresponde escribir, corresponde derramar la alegría sobre mis dedos y dejar que caigan con ahínco en cada tecla que deseen presionar. Cuánta satisfacción, cuánto despliegue y cuánto camino falta aún por recorrer en este mundo fascinante de palabras. Y por cada una de ellas, (que se depoje de mi racionalidad y preconsciencia), un significado. Por cada significante, un significado. O dos. O tres. Escribo con ese objetivo, la diversificación de la opinión y de la interpretación. Publico con el encadenamiento a lo expuesto, la posibilidad casi infinita de acceso. Es menester aclarar: necesariamente, para la buena lectura, respetar la puntuación que le doy al texto

En esta madrugada, con una sonrisa incomparable, comparto mi alegría con un texto breve, acompañado de un cigarro y la 35º sinfonía de Mozart en Re majeur.


Reflexiones de la negación

Permanezco, inmóvil, sentado en el sillón amplio, borgoña y aterciopelado. La cabeza en alto para distinguirme frente a la nada, puesto que me encuentro en soledad. Solo el salón inundado de tempestades literarias y yo, a media luz. Observo la nada a través del ventanal, permanezco inmutable y soberbio con mi cabeza en alto y con los ojos inyectados de cinismo. Mi perfume, que se mezcla con el aire viciado, me abriga de recuerdos y me golpea de manera impropia, impredecible. Pero... nadie ni nada lo notará. Estoy a salvo. Permanezco con mi cabeza en alto, el mentón en paralelo con el estúpido suelo limpio de piedad y el segundero a mis espaldas que milita por una profunda agonía temporal, como si sentenciase con cada segundo, la perpetuidad del suplicio. El tiempo. Tan solo detenerlo con una mirada y con la simpleza de tal acto, detener el murmullo de todas las voces que me sofocan, acallarlas, serenarlas. Por un instante eterno en el "no tiempo" detener su llanto y no el mío, que es invisible y no existe siquiera. Permanezco inmutable ante la imposibilidad de tan bella empresa, no me desespera, no me provoca ansias, ni angustia, ni locura ni nervios ni apuro ni lágrimas ni congoja ¡ni nada!, puesto que sería un despropósito y la vida... mejor dicho: mi vida, no ha sido elaborada para aquello.


Ezequiel - Reflexiones de la negación. 2009

(y la sonrisa ha desaparecido)

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