"Oh! Somos muy pobres.
¿Y qué más? Vivimos muy estrechamente.
¿Y qué otra cosa? Tengo dolor de espalda y pies.
Camino por las cortadas, ajá, caminamos: almas, solitarias y vulgares.
Buscando bares. El día pasó y nada nuevo me ocurrió.
¿Qué te preocupa? Las nubes, allá, en lo alto.
Lejos, tan solitarias.
Tengo una cita con el destino..."
Event time - Claudio Narea
¿Y qué más? Vivimos muy estrechamente.
¿Y qué otra cosa? Tengo dolor de espalda y pies.
Camino por las cortadas, ajá, caminamos: almas, solitarias y vulgares.
Buscando bares. El día pasó y nada nuevo me ocurrió.
¿Qué te preocupa? Las nubes, allá, en lo alto.
Lejos, tan solitarias.
Tengo una cita con el destino..."
Event time - Claudio Narea
A decir verdad, la magnificencia de escrúpulos no me agobia, ni me entristece, ni me reconoce. No me es relevante para la toma de decisiones formales ante la duda. No me apetece la discreción momentanea de la elocuencia voraz. Ni cada salvedad dicotómica militante de desencuentros mentales. De nada me sirve la cosecha de la insatisfacción ante la renuncia de aquello. De nada me sirve.
Luego del contrabando melancólico urbano, solo queda el intrínseco bienestar. La no-ciudad y su no-venganza. La idolatría que subyace en aceras repletas del algo-nada. El susurro del pedestal repleto de golondrinas marmoladas sin remordimientos ni rencores. Sin el tiritar de almas muertas en tres pases o tres pasos. El todo, en su sentido epistemológico, se encuentra agazapado detrás de paredes luminosas.
El "todo", se encuentra subsumido por espacios oscuros dentro de un "nada". El "todo" existe precisamente allí donde se percibe, se inspira, se huele, se exhala y se inyecta la "nada". Quizás por el mismo dualismo cartesiano de un existir no-sano y no de un estar insano. Por contraposición recorro el simbolismo de las calles y su ortodoxia inamovible. Por desazón contemplo un asiento demolido ante un prototipo espectral. Por comprensión y amor al saber, manejo las formas con utensilios detallistas. Por el no-azar escribo y describo mi prosa refunfuñante frente al decoro innecesario del ser inexistente e inoperante. Sin tacto, sin sien, sin llanto, ni congoja, ni miseria, ni presagios, ni amalgama, ni hostilidad. Solo por goce. Ni siquiera por placer. Solo y exclusivamente, por goce.
Lo efímero se conduce por canales que desconozco y estalla en palmadas sobre una espalda sutilmente idiota. Ninguna cicatriz, solo palmadas de consuelo y entendimiento en el no-ser. En la trivialidad de lo invisible. En el sarcasmo de lo inaudito.
Lo mal impreso se desplaza sin distancia sobre el helecho involucionado que imita el pensar del no-ser. Allí permanece frágil e inalterable cada molécula de su aroma, para que quien se aventure a consumirlo, sufra de alguna jaqueca y no más que eso.
Lo motivacional, irrumpe la empatía, atraviesa el aire y, de algún modo que desconozco, atraviesa mi piel para corroer mi craneo y así concretar una cita con mis más viscerales observaciones pesimistas (hasta nihilistas) de la envoltura del todo. Un todo salvaje y una nada yerma que se complementan, se compenetran, se aman y se someten al estado amae por un fin común: el silencio.
Reflexiones de sal gruesa - eze.
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