"Este mundo exclamará por siempre
la película que ví una vez
y este mundo te dirá por siempre
que es mejor mirar a la pared."
García Moreno, Carlos Alberto
"La noche es el momento perfecto,
tu voz al teléfono es el narcótico perfecto"
...
la película que ví una vez
y este mundo te dirá por siempre
que es mejor mirar a la pared."
García Moreno, Carlos Alberto
"La noche es el momento perfecto,
tu voz al teléfono es el narcótico perfecto"
...
Con amor y respeto,*
Déjame caer, así, en una linea recta. Tan recta como irreversible, tan blanca y transparente como los hilos del titiritero. Sujétame, arrástrame, lánzame.
Caer así, vender cada molécula de mi cuerpo a tu precio, a tu aprecio. Desbarrancar sin dar conocimientos más que al alba. Esconder los subterfugios del desprecio y la soberbia en un rincón desconocido para enredarnos las pestañas sin prisa y sin ansias. Sin rimel, ni colores, ni rencores, ni recuerdos. Encargar al aire su labor de espía con su vigilia eterna. Encargar a los jazmines su fragancia, para ornamentar el encuentro perfecto. Establecer reglas inútiles y risueñas para las guirnaldas festivas de mis brazos. Destituir tu mirada imperiosa que doblega al noble, con el único fin de doblegar mi presencia. Así, tan tenue como sin precedentes. Tan suspicaz como paulatino. Tan tuyo como tan nuestro.
¿Y si caer tan rápido destruye el cuerpo y lo convierte en lágrimas? Entonces las lágrimas serían una laguna calma en donde se oya tu eco un tiempo algo prolongado, algo efímero. Serían las nubes de una tormenta, en su espacio y en su tiempo. Formarían un huracán preciso en su objetivo a demoler, irradiaría maleficios a los puntos cardinales para asegurar la victoria, desahogaría mil dulces penosos en forma de lluvia y dejaría un cielo azul, como el agua de la laguna.
Fumar tu cabello, el aroma de tu cabello. Recorrer cada gota del nectar de tus labios. Saciar los suplicios del alma en un terrón de azúcar y silenciar tu voz inquieta con palabras aliviadas de tiempo. Sin esquirlas, sin trampas, sin miedo ni algodón. Recuperar el encanto de la mañana en un café por la tarde, por la noche. Reconstruir los bocetos de un alud enmarañado de sentir para volver a caer, para volver a enredarse y para volver al cadalzo voluntariamente.
Así, tan así, demasiado así. La situación de la noche. La vicisitud de la noche y el zumbido etéreo que subyace a los sintagmas y sus formas. Así de volátil, así de plausible, así de palpable. Tan así te creo, tan así te imagino, tan así te siento... demasiado así, me atrevo a decir. Demasiado así, para caer al precipicio sin preocupación más que la locura; sin intermediarios y sin medios; con soltura y postura. Con la habilidad del decoro y del rodeo, sin atisbos ni signos; y con los ojos nacarados que guardo en centellas de mis pupilas sin culpa, sin manchas, sin sal.
Caer así, vender cada molécula de mi cuerpo a tu precio, a tu aprecio. Desbarrancar sin dar conocimientos más que al alba. Esconder los subterfugios del desprecio y la soberbia en un rincón desconocido para enredarnos las pestañas sin prisa y sin ansias. Sin rimel, ni colores, ni rencores, ni recuerdos. Encargar al aire su labor de espía con su vigilia eterna. Encargar a los jazmines su fragancia, para ornamentar el encuentro perfecto. Establecer reglas inútiles y risueñas para las guirnaldas festivas de mis brazos. Destituir tu mirada imperiosa que doblega al noble, con el único fin de doblegar mi presencia. Así, tan tenue como sin precedentes. Tan suspicaz como paulatino. Tan tuyo como tan nuestro.
¿Y si caer tan rápido destruye el cuerpo y lo convierte en lágrimas? Entonces las lágrimas serían una laguna calma en donde se oya tu eco un tiempo algo prolongado, algo efímero. Serían las nubes de una tormenta, en su espacio y en su tiempo. Formarían un huracán preciso en su objetivo a demoler, irradiaría maleficios a los puntos cardinales para asegurar la victoria, desahogaría mil dulces penosos en forma de lluvia y dejaría un cielo azul, como el agua de la laguna.
Fumar tu cabello, el aroma de tu cabello. Recorrer cada gota del nectar de tus labios. Saciar los suplicios del alma en un terrón de azúcar y silenciar tu voz inquieta con palabras aliviadas de tiempo. Sin esquirlas, sin trampas, sin miedo ni algodón. Recuperar el encanto de la mañana en un café por la tarde, por la noche. Reconstruir los bocetos de un alud enmarañado de sentir para volver a caer, para volver a enredarse y para volver al cadalzo voluntariamente.
Así, tan así, demasiado así. La situación de la noche. La vicisitud de la noche y el zumbido etéreo que subyace a los sintagmas y sus formas. Así de volátil, así de plausible, así de palpable. Tan así te creo, tan así te imagino, tan así te siento... demasiado así, me atrevo a decir. Demasiado así, para caer al precipicio sin preocupación más que la locura; sin intermediarios y sin medios; con soltura y postura. Con la habilidad del decoro y del rodeo, sin atisbos ni signos; y con los ojos nacarados que guardo en centellas de mis pupilas sin culpa, sin manchas, sin sal.
*a L.C.L.
Así - eze.
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