viernes, 14 de mayo de 2010

Prueba #1

El gordo estaba muy ebrio. No estaba en condiciones óptimas de confianza como para establecer el diálogo. Era obvio que mis objetos hablarían por mi y al depositar sobre la mesa cuatro plumas y una pipeta, todo estuvo dicho.
Miguel permanecía atónito, observaba con cuidado cada uno de mis movimientos. Desconfiaba de mis intenciones, de mis pertenencias y de mi rumbo en la carretera. Logicamente, nadie había esperado mi llegada y por el atuendo que lucía, era muy osada mi pretensión de bienvenida.
-El libro. - Se apresuraba el gordo en su estado reverberante. - El libro es lo que queremos.
Podría haber contestado para intentar exponer mi poder en su fase máxima, pero preferí que mis gestos sigan la corriente comunicacional.
Sacaba el libro con las dos manos, casi en cámara lenta, sin sonrisa, solo con paciencia y con la debida delicadeza que merecía ese ejemplar.
-Al fin la eternidad y la trascendencia se sirven en una cena. Qué delicia.- se liberó de pensamientos, Chobe - por cada casacada que contenga el mundo, un presente se transforma en su predicción y en su imposibilidad de circularidad temporal.
Debo admitir que era una reflexión algo profunda para un sujeto a las tres de la madrugada. Sin dudar y sin emitir gesto facial alguno, agregué: los océanos se dividen solo políticamente.
Esperaba un silencio de su parte o el premio que otorga toda acotación abstracta, un enemigo. Sin embargo y para mi sorpresa, solo atinó a retrucar mi afirmación con un: Nietzsche. Y su martillo.
Solo un camino emocional me correspondía ante semejante respuesta, la impresión, el miedo a su mirada que me gatillaba un lenguaje extrasensorial. Un torrente de palabras recorrían el aire desde su pupila hasta mi retina, en linea recta, sin titubeos. En ese preciso instante, él y yo, comprendíamos la simbología particular de nuestras palabras. Un único sentido. Irrecuperable en nuestra época. La suma de conocimientos implícitos dejó en marcha una competencia, una pelea, una guerra de asociaciones abstractas que solo pocos pueden ejecutar. Estos ejercicios solo logran aprovecharlo personas tenaces. Individuos capaces de permanecer en sus cabales aun luego del autojuicio impulsado por la crítica general del medio. Una crítica que esconde toda la sed de esto en la mesam conocimientos.


continuará...

sábado, 1 de mayo de 2010

Tacto y piel.




"...se engendran con la mayor facilidad bajo la premisa opuesta,
a saber, cuando los restos diurnos son pensamientos de
naturaleza satisfatoria, pero expresan satisfacciones no permitidas."


"La interpretación de los sueños."(cap. VII) - Freud, Sigmund


"I can't look at you. You're so beautiful"


Hindue Blues

Parte I



Siempre ocurren de noche. Despacio, avanzan, se estrechan, se agolpan y se nublan. Son particularmente envolventes en la noche. Son, en conjunto, especialmente agobiantes.
¿Ideas de cuándo? ¿De dónde? No es por dar crédito a la infalible presión recurrente. No es un despojo de heridas abiertas que atinan a destrozarse. Es, por sobre el resto, una moraleja abstracta de impiadosa vanidad, de egoismo y de soledad.

(Inhalo y exhalo alquitrán 13 mg.)

Se representan y se significan a sí mismas. Son... omnipotentes. Capaces de hacer y deshacer con gusto y disgusto, mundos y cometas. Planetas en donde la hierba es color púrpura y el cielo color naranja. Como un atardecer, pero permanente. Como esos atardeceres en dónde Jaime se sienta apasiblemente a contemplar. A observar y solo eso. Sin inducir ni deducir nada. O tal vez la nada misma sea el todo de la idea.

Parte II

(Inhalo y exhalo nicotina 0.9 mg.)

¿Sabe? Incluso sé que en esos mundos que crean me siento atrapado en más de una oportunidad. Aunque "oportunidad" suene a "chance" o "posibilidad", no me es sumamente placentero. O si, en algún que otro invierno de bufandas y lana, pude ver uno de sus mundos prolijos. ¿Me sigue? Un mundo repleto de... de tacto. Sí, todo era muy palpable. Tan táctil como agradable. No importaba el sabor a melón. Mucho menos importaba el aroma suave y dulce a arándanos. La piel se regocijaba en cada paso descalzo, en cada soplo de caricia. Era la seda hecha menta para el deleite de las manos. En ese mundo no importaban los ojos, pero era requisito imprescindible poseer piel.

(Inhalo y exhalo CO 13 mg.)

Esa vez tuve un affair. Sí, me avergüenza el solo hecho de imaginarlo, de recordarlo. Aunque los recuerdos generalmente son por vivencias con una realidad consistente... pero no nos ramifiquemos. Lo cierto es que esa vez tuve un romance imprudente e inconciliable con una dama. Una dama suculenta en lo visual, pero como le dije, no importaba eso. Voluptuosa, esbelta, fatal. Con aroma a coco en su cabello azabache. Con una voz... que traducida en gemidos reverberaba en las sienes de sordos. Con un sabor a sal, como a lágrima, pero sin la tristeza que ésta evoca. Sin lugar a dudas lo que seducía era su piel. Era firme, tensa y rosada. Rosada por el calor, ¿me explico?. Rosada por el fuego que emanaba detrás de esa piel morena. Escupía calor en palabras indecentes y sudaba restos de miel.

Parte III (Final)
(Inhalo. Fuerte e involuntariamente)

Era capaz de enamorar al príncipe y al mendigo, a los dos a la vez y que los dos se batieran a duelo para quedarse sin ninguno. Era su esencia fatal. Era el todo colapsado en la nada, o la nada hecha carne para celebrar el todo. Y yo, fui su víctima. Ese torbellino que no avisa con mujeres así. Me sentí como Jaime, contemplaba un horizonte finito para, impredeciblemente, terminar en una humarada ardiente. En el medio de un huracan moreno, abatido por sus encantos, por su piel. Esa piel, esa cintura que tomaba con mis dos manos como si fuese un trofeo para sacudirlo en el aire. Me enamoré. Esa mirada arrogante desde el cielo eran cuchillos que volaban a gran velocidad para atravesarte los ojos. Por eso, me enamoré.

(Exhalo. Con ganas, con desazón)

Perdí el contexto, perdí las lágrimas, perdí sus gemidos... perdí todo y por último el tacto. Cuando se pierde el tacto en ese mundo... solo queda la resignación y la muerte, en caso de poseer valores como el honor. Caso contrario es evidente el letargo. La agonía paulatina y siniestra en manos de una mujer llena de miedos o vacía de escrúpulos. Qué belleza, qué fatal. Perdí incluso el juicio en esa empresa. Pero, ¿sabe doctor?. Ni su diagnóstico, ni su medicación, ni esta camisa me arrancaran aquel mundo de invierno.


Relatos ermitaños de pan. - Eze. (2010)